jueves, 30 de octubre de 2008

violencia escolar


ahora la modalidad es firmarse i sacarse fotos, luego es subida a internet!

fotos de violencia escolar

jueves, 23 de octubre de 2008

violencia en las aulas

De un tiempo a esta parte, hemos ido viendo en los medios de comunicación informaciones sobre el 'Bulling' o violencia en las aulas, como un hecho novedoso o quizás más presente, pero ¿sabemos lo que es? ¿Qué podemos hacer ante él si nuestros hijos lo sufren?

Aunque por el nombre parece algo nuevo, el Bulling es un hecho que viene de lejos. Frases como “si te pegan dale tú más fuerte”, “no seas un cobarde”, “tienes que aprender a valerte por ti solo”… muestran como la conflictividad entre adolescentes o niños más pequeños, está fuertemente enraizado en la cultura humana. Este tipo de violencia la encontramos en plena sociedad y también la ven nuestros hijos. Pensemos en las relaciones que se llevan a cabo en el trabajo, en las relaciones sociales de vecindad (juntas de vecinos…), en cómo nos transformamos al volante..., en todo esto los niños observan cómo el maltrato o la violencia pueden convertirse en buenos instrumentos para conseguir determinados objetivos.

Como primera idea fundamental, todos debemos tener la convicción de que el maltrato, sea en la forma que sea, es intolerable. El mensaje que transmitimos a nuestros hijos y adolescentes respecto al ejercicio de la solidaridad con el otro, de la preocupación de unos a otros, es la base de la educación para la vida y la convivencia.

Pero, ¿qué es el Bulling? Intimidación y maltrato entre escolares, de forma repetida y mantenida, casi siempre, lejos de los ojos de los adultos, con la intención de humillar y de someter abusivamente a una victima indefensa, por parte de uno o varios agresores a través de agresiones físicas, verbales y/o sociales, con resultados de victimización psicológica y rechazo grupal. Esta es la definición que los pedagogos y psicólogos hacen del Bulling, pero las formas en las que este puede presentarse son de varios tipos:


* Intimidaciones verbales (insultos, motes, hablar mal de alguien, sembrar rumores…).
* Intimidaciones psicológicas (amenazas para provocar miedo, para lograr algún objeto o dinero, o simplemente obligar a la víctima a hacer cosas).
* Agresiones físicas: Tanto directas (peleas, palizas o simplemente “collejas”) como indirectas (destrozo de materiales personales, pequeños hurtos…).
* Aislamiento social, bien impidiendo al joven participar, ignorando su presencia y no contando con él en las actuaciones normales entre amigos y compañeros de clase.
* También está el acoso de tipo racista, cuyo objetivo son las minorías étnicas o culturales.
* Acoso sexual que hace que la víctima se sienta incómoda y humillada.
* Y actualmente se da el acoso anónimo mediante el móvil o el mail con amenazas o palabras ofensivas.


Otra idea que debemos tener muy clara los padres es que, para que halla Bulling, debe haber reiteración. La víctima sufre repetidas veces violencia por parte del mismo agresor, lo que daña su autoestima y su identidad personal. Y lo más grave es que los agresores y las víctimas están condenados a convivir. Este hecho de no poder escapar del agresor, provoca en la víctima gran ansiedad y estrés, un miedo continuo, que les lleva incluso a desarrollar también respuestas agresivas y, en casos extremos, pensar en el suicidio. Es la misma reacción que observamos en un trabajador lo abandona todo por el abuso al que es sometido por su jefe (mobbing), o en la mujer que huye de su pareja cuando es maltratada (violencia doméstica).

¿Cómo es el agresor? ¿Qué tipo de niño o adolescente puede cometer estos actos de crueldad con sus semejantes? Una característica compartida por los agresores es la falta de empatía, es decir, la incapacidad de ponerse en el lugar del otro. No piensan que sus actos repercuten en otra persona que los siente y padece como un tormento, incluso puede llegar a pensar que la víctima se lo merece. A pesar de la impopularidad del agresor entre los compañeros, consigue el reconocimiento de estos demostrando que es fuerte al producir miedo y prepotencia. El Bulling en muchos casos puede convertirse en la antesala de la conducta delictiva posterior, según muchos estudios han llegado a reconocer. Los agresores suelen ser también personas con una muy baja autoestima y que descargan su frustración con los más débiles, o al menos a los que ellos perciben como más débiles.

La víctima puede ser cualquiera: el gordito, el que lleva gafas, el empollón, el que se incorpora tarde… Pero sí suele coincidir que son niños con una falta de asertividad (una parte de las habilidades sociales, aquella que reúne las conductas y pensamientos que nos permiten defender los derechos de cada uno sin agredir ni ser agredido) y de competencia social. La víctima así considerada, sufrirá debido al Bulling una falta de autoestima social, altas dosis de fracaso escolar, una ansiedad anticipatoria ya que cuando sale del colegio no termina el problema, sino que ya comienza a anticipar lo que se será el infierno de mañana, mostrando por tanto un rechazo al entorno escolar que se traduce en estrés. El niño tenderá a sentirse indefenso, tendrá una creciente fobia a la escolarización, tendencia a la depresión e impulsos suicidas. En algunos casos se ha llegado a culpabilizar de la situación que está viviendo, ya que cada acto de humillación mina su autoestima un poco más.

Pero no solo son víctimas los niños que sufren de Bulling, los espectadores de los casos de maltrato en la escuela miran hacia otro lado, lo que hace que lleguen a creerse que el fuerte tiene poder, y que es justo que así sea o que se meten con ese niño porque es un “pringao” y se refuerzan posturas egoístas (“mientras no me toque a mí”). Puede llevar a los niños a no valorar la violencia que ocurre a su alrededor, llegando a una cierta insensibilización.

Pero, ¿qué podemos hacer si nuestro hijo o hija está siendo víctima del Bulling? Escuchar a nuestro hijo sin menospreciarlo ni comentando que “eso es cosa de chicos”, ya que la violencia no es algo natural. Deberemos indagar discretamente si realmente ha ocurrido eso que nos cuenta. En caso afirmativo, y sin más demora, debemos contactar con el colegio, solicitando la intervención y cooperación del profesorado, fijando una estrategia de intervención para detener el daño que se está produciendo, y para tratar a medio y largo plazo las relaciones entre los involucrados.

Otras acciones muy convenientes para evitar, sabiendo que cualquiera puede ser víctima del Bulling, que nuestros hijos se conviertan en víctimas son el potenciar su autoestima y confianza en sí mismos. Es muy conveniente el potenciar en ellos la amistad ya que la falta de amigos incrementa el riesgo de convertirse en víctima y hace que disminuya más su impopularidad y su aislamiento. A nuestros hijos hay que ayudarles para que sean amigos de todos y muestren especial simpatía hacia los que se encuentran más solos. Podemos aprovechar los últimos casos de Bulling difundidos por la TV para hablar con nuestros hijos. Puede ser que halla sido espectador de alguna situación de abuso y es bueno el hablar con él para saber qué piensa, qué soluciones podrían dar, para orientarle y ayudarle a formar su conciencia. Como siempre, una buena comunicación entre los padres y los hijos puede ayudarnos a prevenir y, en caso de sufrirla o bien ser espectador de esa violencia, podremos adelantarnos a buscar una solución o bien a minimizar y formar adecuadamente.

El rap de la violencia en las aulas

http://www.youtube.com/watch?v=pH8VmIonaeM

La agresión en las aulas, podrá ser controlada, por el liderazgo docente

¿Que es el liderazgo docente?
La sociedad actual, obliga, en muchos casos, a que los vínculos familiares se deterioren por diversas causas, por ejemplo: los padres deben trabajar todo el día, permaneciendo los niños solos la gran parte del mismo; los problemas económicos hacen que la relación familiar se rompa, de diferentes maneras, pudiendo ser éstas drásticas o acordadamente. Por supuesto, en el primero de los casos, el sufrimiento infantil es mayor, que en el primero.
Todo ser humano conforma una personalidad, la que tiene un componente genético (75% heredado), prácticamente no modificable, y un segundo componente, el carácter, formado por todo el bagaje de conocimientos aprendidos, desde el primer día de vida, hasta la fecha, susceptible de modificaciones.
Lo que un docente observa o conoce siempre de un alumno, es su carácter (que es la interface de relación interpersonal que tiene todo ser humano). Esta pantalla, puede ser fingida cuando uno lo desea, es decir, que el docente puede estar conocimiento el carácter figurado de un alumno, y éste tener otro diferente.
Sea como sea, el carácter, no es en sí la base de la agresividad, y esto lo podemos pensar desde varios puntos:
Si recordamos el famoso dentista de Mar del plata, que mató a toda su familia, para el vecindario, era la persona más amable y tranquila que había. El niño de Carmen de Patagones, para los docentes, parecía tranquilo, aplacado.
En ambos casos, los caracteres observados, no dieron indicios, ni permitieron inferir, situaciones de vida o muerte, como las que luego ocurrieron.
Como podemos ver y pensar, en muchísimos casos, el único referente ó modelo válido, para los alumnos, es el docente. Por lo tanto, el liderazgo docente será necesario para evitar situaciones conflictivas, como así también mejorar la relación docente-alumno.

¿Entonces cual es la base de la agresión?
Hay algo que el docente nunca puede observar, ni percibir directamente: el temperamento, que solo aflora en situaciones límites, por eso, el docente jamás podrá observarlo, salvo cuando en el aula, se de alguna situación límite (con el agravante, que nunca se sabe, que alumno está al borde de esta situación).

¿Entonces como poder prevenir este tipo de circunstancias?
La respuesta es, adelantándonos para que nunca en el aula, halla un clima hostil, para nadie.
Podemos pensar que esto es imposible de lograrlo, pero no es así. El docente se puede prepararse para esto. Se deben cumplir algunos pasos previos, como por ejemplo:

a. Conocer lo básico sobre la conformación de la personalidad
b. Conocer indicadores de estados emocionales
c. Conocer herramientas, que permitan comprender la carga emocional, de las conductas de los alumnos
d. Aprender herramientas, para generar una relación interpersonal, empática y fructífera, basada en la comprensión.

a. Conocer lo básico sobre la conformación de la personalidad

Analizando la personalidad del alumno¿Qué es la personalidad?. Una de las tantas definiciones dice:

“La síntesis de las actividades internas (todas las realizadas por la mente humana) y de su experiencia exterior (experiencia y conocimientos que permiten la adaptación del ser humano al medio donde se desenvuelve)”

Como se dijo anteriormente, el temperamento (genético), es un componente al cual aportaron información los padres, y a través de éstos (por intermedio del ADN) los abuelos, etc.
Por supuesto, que el temperamento de una persona, también tiene un pequeño componente propio del nuevo ser (que todavía no se sabe ni como, ni cuanto es el aporte), pero lo importante es que, la influencia genética, hace que debería ser parecido a sus padres, o a uno de sus padres.
Esto nos permite, inferir, que si tal alumno es agresivo (referido a la actitud, es decir, si es de reaccionar enseguida), alguien de la familia, lo es en cierta manera.
Con respecto a sus conductas, son estas la que demuestran el aprendizaje de malos hábitos, lo que nos permite suponer, cuales pueden ser los modelos, tal ves familiares (que siempre son los que mayor influencia producen, y a los cuales uno puede relacionar las conductas del alumno), ó tal ves de amistades (estos dejan ver copias de conductas de masas, referido a modas o códigos de comunicación). En el primer caso, de modelos familiares de presencia en el hogar, el niño generalmente se identifica con el más predominante de los dos (padre ó madre), pero comienza a generar una identidad.
En el caso de modelos familiares ausentes en el hogar, los niños no puede formar su identidad, y comienzan a copiar a otros modelos, los cuales asociarán a sus emociones (es decir, que si sienten bronca hacia sus padres, por no estar con ellos el tiempo suficiente, copiarán, o se asociarán, a aquel modelo que demuestre agresividad hacia su familia, esto quiere decir, que los niños buscan que otros expresen su odio o bronca, para justificar que ésto es lícito, si otros lo hacen).
Por supuesto, que la dirección a tomar para copiar modelos familiares, ó no familiares, depende de la inmunidad psicológica de los niños, a las conductas vistas, y esto es regulado por el tipo de temperamento (es decir si el temperamento es agresivo, buscará descargar bronca. Por el contrario, si es sumiso, buscará su carencia, ó acercarse a donde pueda obtener aquello, que en su familia no le dieron)
Entre el primer caso –presencia de malos modelos familiares- y el segundo –ausencia de modelos familiares, el docente debe esforzarse por tratar de observar, la conducta del alumno, en lo referente a determinar si tiene una personalidad definida (esto se ve en cosas muy sencillas como, en el amor propio del alumno, y en actitudes de autosuficiencia, ó auto estima elevada). Si el alumno posee estas características, hubo una gran influencia familiar, de lo contrario, primo la copia de modelos allegados, que harán que el alumno demuestre, falta de personalidad o identidad (esto manifestado, en introversión, en opiniones emitidas, en una segunda línea; en apoyarse en conductas grupales, es decir, en todas aquellas actitudes que le permitan tomar coraje, del comportamiento ajeno, ya que no le alcanza el propio).
Debemos también recordar, que el temperamento es uno de los principales reguladores del estrés humano, ya que nos permite soportar mejor ó peor, las situaciones límites (es decir, que regula la capacidad que tienen las personas de soportar presiones. y obrar en consecuencia).

Violencia en las aulas y falta de límites: El gran desafío de la educación argentina


En toda forma de violencia se esconde algún tipo de dilema en el orden de la ley. Un alumno de séptimo grado le pegó un golpe en la cara a su docente en la ciudad rionegrina de Villa Regina. En tanto, el gobernador mendocino, Celso Jaque, argumentó que la medida de no desaprobar alumnos durante el primer trimestre del año escolar busca que los chicos no abandonen sus estudios. La educación en crisis.

En este contexto, la educación argentina tiene hoy un gran desafío: volver a legitimar la escuela y entenderla como un ámbito en el que los niños y los jóvenes no sólo tengan que respetar la ley, sino que tengan derecho a formarse en ella.

La violencia aparece día a día en distintos colegios de todo el país. Es el caso de un alumno de séptimo grado le pegó un golpe en la cara a su docente en la ciudad rionegrina de Villa Regina. "Vos me querés pegar, hacelo", le habría dicho la mujer al chico.

La docente, como consecuencia de la agresión, hizo la denuncia policial y tuvo que ser atendida en un hospital, donde se constató que había sufrido una "lesión traumática" en el labio superior, que presentaba presión alta y un pico nervioso, por lo que le dieron reposo durante tres días.

El incidente -que se conoció hoy- se produjo ayer, minutos antes del mediodía, en la escuela primaria 279 República de Venezuela, que se encuentra en el barrio Islas Malvinas de la ciudad de Villa Regina, a unos 75 kilómetros de esta ciudad.

La docente relató que la agresión llegó inmediatamente después de que ella le dijera al chico: "Vos me querés pegar, hacelo", como corolario de casi dos horas de discusiones e incidentes con el menor.

A su vez, de acuerdo a lo señalado en la edición de hoy del diario Río Negro, directivos del establecimiento indicaron que el episodio causó sorpresa, ya que no se habían registrado hechos de violencia dentro del establecimiento.

Desde la escuela también dijeron que, en función de lo ocurrido, notificaron a las autoridades de la cartera de Educación de la provincia.

La docente agredida, identificada como Valeria Scholze, de 28 años, fue atendida en el Hospital de Regina, donde se constató que presentaba un corte en el labio superior, un cuadro de presión alta y un "pico nervioso", de acuerdo con lo señalado.

Al mismo tiempo, avanza en Mendoza el proyecto que aconseja no poner menos de 4 a los chicos. Es, en síntesis, flexibilizar aún más los límites, tan en crisis por éstos días.

El gobernador mendocino, Celso Jaque, argumentó que la medida de no desaprobar alumnos durante el primer trimestre del año escolar busca que los chicos no abandonen sus estudios.

"En muchos casos, frente al primer fracaso que implica tener notas en las que se sienten aplazados con 1 ó 3, el chico inmediatamente deja la escuela, porque siente como que ese fracaso no lo puede soportar", declaró Jaque, según publicó el sitio MDZ Online.

Y agregó: "Hoy un chico para que pueda aprobar una materia necesita tener un 7. Lo que se busca es darle un incentivo al alumno, que si se le coloca un 4 pueda revertir su situación. Si se tiene un 4 no es la misma sensación que tener un 1 ó un 3". A esto se sumará el trabajo por parte de los docentes, para que el alumno alcance el rendimiento deseado.

Por su parte, Jorge Rivas, subsecretario de Educación de la provincia, aclaró en Radio 10 que esta iniciativa fue presentada por dos supervisiones de las 16 que forman Mendoza. "Optaron por esto hace cuatro años, pero este año nos pareció interesante estudiarlo", declaró Rivas, y agregó que aún no está definida su implementación.

Además, dijo que el término "aplazar" dejó de utilizarse en la provincia, y se dio paso a los conceptos aprobar-desaprobar.

En tanto, con respecto a la medida en sí, el funcionario explicó en el medio mendocino que "el sistema de calificación iría de 4 a 10. Si un alumno obtiene una nota menor a 4, prácticamente está desaprobado totalmente a los tres meses de comenzadas las clases. Lo que se busca es que el chico termine de otra manera el primer cuatrimestre, con la posibilidad de demostrar su esfuerzo en la segunda parte del ciclo lectivo y poder salvar el año, de lo contrario no levantaría la nota".

Crece la espiral de violencia en las aulas

La escuela no podía escaparle a la impronta de la época: la problemática de la violencia y la intolerancia en las aulas es un fenómeno creciente que no distingue latitudes ni sectores sociales. Las transgresiones de los alumnos están cada vez más lejos de ser sólo esas conductas que, tradicionalmente, se sancionaban en el ámbito educativo.

Ahora, los chicos y adolescentes se enfrentan a menudo, en forma directa, con la ley. Y con la ley penal.

El licenciado Fernando Osorio, especialista en violencia escolar, afirma que son la familia y las instituciones, en una sociedad civilizada, las encargadas de moderar los impulsos y la tendencia a la agresividad que son parte de la condición humana.

"Pero nuestras instituciones están endebles y carcomidas por la burocracia y la corrupción -dice- y en las familias los padres no siempre alcanzan a brindar a sus hijos las herramientas básicas para la subsistencia, no sólo en el nivel económico, sino también en la regulación de los impulsos negativos. Los chicos llegan al aula con un déficit de padres. Tienen padres que no les ponen límites por temor a parecer autoritarios, o porque están híper ocupados o completamente desocupados y no son capaces de transmitirles cuándo es preciso reflexionar y detenerse."

El doctor Héctor Basile, ex presidente de la Asociación Argentina de Psiquiatría Infanto-Juvenil y del Capítulo de Psiquiatría Infanto-Juvenil de la Asociación de Psiquiatras de la Argentina (APSA), explica que en nuestro país existen unos 400.000 adolescentes con "trastorno negativista desafiante", una entidad definida por el DSM-IV (algo así como la "biblia" de la psiquiatría de los EE.UU.).

Este trastorno, que se asocia a menudo con el consumo de sustancias, se caracteriza "por conductas negativas, hostiles, desafiantes, provocadoras, fuera de los límites del comportamiento de los chicos de su misma edad y contexto sociocultural -afirma el doctor Basile-. Estos chicos tienden a oponerse activamente a las reglas de los adultos y a molestar a otros. Sus desafíos suelen dar lugar a provocaciones porque generan enfrentamientos. Pueden ser groseros, resistirse a la autoridad, resultar fácilmente irritables, de baja tolerancia a la frustración".

A medida que pasan los años, advierte el psiquiatra, esta clase de comportamiento puede convertirse en un trastorno disocial, "que ocurre cuando la agresividad va más allá del desafío o la desobediencia y evoluciona hacia la agresividad física y los actos que violan la ley penal".
Violencia y prepotencia

Fernando Osorio, que a partir del 6 de septiembre dictará el seminario "Violencia escolar", auspiciado por la Unesco, en Centro Dos, una reconocida institución psicoanalítica de Buenos Aires (informes: www.centrodos.com.ar), coincide con la idea de que un creciente número de adolescentes desafía y cuestiona a los adultos y afirma que esta característica es generadora de violencia dentro y fuera del aula.

Sin embargo, para el psicólogo -que es asesor de escuelas públicas y privadas tanto laicas como confesionales y actualmente prepara su doctorado en psicología de la UBA sobre violencia escolar- esta actitud desafiante es más frecuente en determinados adolescentes.

"Es que la ironía y la capacidad de respuesta de este tipo implican un recurso simbólico que es bagaje de sectores de alto nivel económico social; en los sectores más bajos la crisis es muy grande, los chicos no han comido lo suficiente, su cerebro creció menos y no son capaces de manejarse en un nivel simbólico tan complejo. En las escuelas de menores recursos económicos hay violencia verbal.

"En las de más recursos hay prepotencia verbal: expresan su violencia así porque el acceso al consumo y la disponibilidad económica les hace creer que tienen mayor impunidad. Pero en todos los niveles sociales pasa lo mismo: hay van a la escuela con navajas, con objetos contundentes, se juntan en la esquina a tomar alcohol, consumen y venden drogas. Ocurre tanto en las escuelas de Fuerte Apache como en las de San Isidro."

Basile, sumamente preocupado porque en tanto la salud mental de chicos y jóvenes empeora en nuestro país el Ministerio de Salud dejó de considerar a la psiquiatría infanto-juvenil "como una especialidad médica" y los nuevos especialistas no pueden insertarse en el nivel público u obras sociales y prepagas, afirma que "en el Hospital Neuropsiquiátrico Infanto-Juvenil Tobar García, del cual soy miembro fundador, las patologías sociales superaron largamente a las patologías psiquiátricas, y cada vez son más los casos de internación por orden judicial de menores que han cometido delitos. Algunos quieren bajar la edad de imputabilidad, pero hay que resolver muchas cosas en una sociedad antes de considerar «delincuente» a un chico de 14 o 15 años..."

Para el psiquiatra, uno de los grandes peligros que entraña una decisión semejante es que "los delincuentes adultos, que a menudo utilizan a los chicos, los busquen cada vez más pequeños para que sean inimputables".

El licenciado Osorio puntualiza que "los niveles de transgresión, violencia y drogadicción son más altos en las escuelas donde concurren alumnos de alto poder adquisitivo que en las marginales" y añade que en su experiencia de una década como psicólogo de una de las principales empresas de medicina prepaga del país -cuya cuota mensual más económica para un grupo familiar mensual es de $ 500- "aumentó un 60% la atención de adolescentes derivados por el juez por consumo o tenencia de drogas, que como tienen una familia «continente» en lugar de ser derivados a un instituto de menores se les indica hacer tratamiento psicológico".

Basile agrega que una forma de violencia actual en las aulas viene de la mano de la discriminación. "Según el Instituto Nacional contra la Discriminación, las denuncias en ámbitos educativos alcanzan al 15% y se concentran contra los alumnos hijos de inmigrantes de América latina y los chicos más pobres. Así, la escuela, que históricamente fue una institución de inclusión social, hoy excluye".

Osorio también critica la falta de actualización no sólo de los contenidos docentes sino de la actitud de muchos maestros y profesores, que califica de "moralista y retrógrada", porque "tienen puesta la mirada todavía en el mito del saber, en las verdades absolutas, y eso no va solamente en contra de la posibilidad de que un chico aprenda, sino también de que genere un vínculo con el docente".

El licenciado Osorio puntualiza que la educación, como valor social, está cada vez más desvirtuada. "Ya no es pasaporte a la seguridad o al trabajo, y es muy difícil justificar las horas que pasan en la escuela. Padres y maestros suelen quedarse sin fundamentaciones viables. Es que desde la mirada de los adolescentes existe un profundo descrédito en la palabra del adulto."

Cómo prevenir los casos de violencia en las aulas


Especialistas y funcionarios coinciden en el riesgo y la inutilidad de colocar detectores de metales en las escuelas. El debate sobre cómo manejar los casos. La experiencia de Mendoza.

¿Cómo es posible prevenir el uso de armas por parte de los jóvenes? Esta es la pregunta que por estas horas recorre las escuelas del país. Especialistas en educación consultados por Página/12 coinciden en que los directivos y docentes no deben tener una actitud “inquisidora” hacia los jóvenes o apartar del sistema educativo al alumno que porte un arma. En este sentido, el ministro de Educación de la Nación, Daniel Filmus, sostuvo ayer que “es imposible” prevenir estos hechos con la colocación de detectores de metales en las escuelas (ver aparte). También coincidió el gobernador bonaerense, Felipe Solá, y rechazó además que la forma de evitar estos episodios sea “instalar controles policiales en las escuelas”.
“No creo que tenga que haber grupos policiales en los colegios ni detector de armas en sus puertas. Si descubrimos personalidades que pueden estar sufriendo alguna frustración, hay que ir sobre ella rápidamente desde el punto de vista psicológico y darles asistencia”, enfatizó Solá.
Desde Mendoza, el ex viceministro de Seguridad de esa provincia, Gabriel Conte, consideró que “la escuela debe ser capaz de detectar, afrontar y resolver estos problemas. Para eso no se debe excluir al chico del sistema educativo porque, si se hace eso, probablemente se estaría fabricando un delincuente. En cambio, cada colegio debe generar un marco de convivencia con los alumnos”. Conte lleva adelante desde la organización Espacios el programa “Argentina sin armas”. En el país existen 2.200.000 armas registradas y se estima que hay 900.000 más que no figuran en las actas del Registro Nacional de Armas, detalló Conte. Algunas estimaciones señalan, incluso, que una de cada tres familias en el país tienen un arma en su casa.
En Mendoza, si se detecta un arma de fuego en una escuela, se debe separar al chico del aula –sin excluirlo del sistema educativo– para que reciba temporalmente clases en su domicilio, además de asistencia psicopedagógica, y de trabajadores sociales para su familia. Una vez finalizado el tratamiento psicológico, el joven vuelve a la escuela. Conte manifestó en este sentido que a partir de esta normativa “ha bajado el ingreso de chicos con armas a las escuelas. Es que hay una norma clara respecto de este tema”. Mientras que en 2000 se detectaron 12 casos en esa provincia, este año se registró sólo uno. “Con la implementación del programa, disminuyó en un 24 por ciento la cantidad de gente que registra armas en Mendoza y aumentó al 84 por ciento el número de personas que está en contra de su uso”, destacó Conte.
Héctor Basile, ex presidente de la Asociación Argentina de Psiquiatría Infanto Juvenil, advirtió que “sería terrible colocar detectores de metales, porque si se hiciese significaría que los chicos no pueden ingresar con armas a la escuela, pero sí podrían matarse en la esquina”. En Estados Unidos se instalaron detectores de metales en las escuelas después de la tragedia de Columbine, donde dos estudiantes mataron a 12 compañeros y un profesor del establecimiento. Sin embargo, esta tragedia no se hubiese evitado con un detector: el primer asesinato tuvo lugar a metros de distancia del edificio escolar.
La intención de colocar este tipo de controles en los colegios no es nueva en Argentina. En 1998, el entonces ministro de Educación de Chubut, Norberto Massoni, propuso instalarlos en los accesos a las escuelas, tras conocerse casos de chicos armados en escuelas de Rawson.
“Lo que reduce la violencia en la escuela es darle la palabra al joven, que se lo escuche”, sostuvo Ana María Suárez Orozco, directora de la escuela 71 de la localidad bonaerense de Llavallol, que fue precursora en la aplicación de un programa –repetido en una decena de colegios de la zona– que busca disminuir la violencia con la realización de debates: “Mediante la técnica del foro público confrontamos dos posturas antagónicas. Se lleva un tema al aula, se busca bibliografía al respecto, se habla y luego se alcanza una conclusión. Esto da lugar a la reflexión y atiende los síntomas que expresan los chicos”, señaló Suárez Orozco. “Tenemos que hacer prevención a nivel de la familia. Y los docentes también necesitan apoyo para refundar la base de la convivencia social”, sostuvo Basile. El defensor del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires Gustavo Lesbegueris reveló que en esa dependencia se reciben “muchas denuncias sobre violencia escolar”. Pero para atender estos casos, el funcionario –que además es docente– resaltó que “no se puede tener una mirada inquisidora hacia los jóvenes”, sino que debe haber “una abordaje interdisciplinario que ayude a la prevención de estas situaciones”.

Los casos de violencia en las aulas santafesinas como corolario de la crisis de la familia y de la propia escuela

La multiplicación de casos de violencia escolar encendió una luz de alerta. En Rosario, estudiantes de dos colegios privados se enfrentaron en una batalla campal en pleno centro de la ciudad, y una chica de 14 años amenazó a una maestra de cuarto grado con un cuchillo de cocina. En Santa Fe, un pibe de 13 fue atacado por otro con una trincheta en la Escuela Pascual Echagüe. Urge atender una problemática que reseña el estado de violencia generalizada que atraviesa la sociedad.

Sería incorrecto negar que la escuela –luego de la institución familiar– ha sido históricamente el espacio donde se impartían valores y referentes morales, se imponían límites de autoridad, y se preparaba cívicamente a los alumnos para afrontar los desafíos de la vida moderna. La secularización de la escuela pública en la Argentina persiguió este ideal desde su institucionalización, junto con el objetivo primario de enseñanza, instrucción y difusión del conocimiento.

A principios del siglo XX, la escuela era vista como el ámbito donde se suavizaban las diferencias socioculturales entre criollos e inmigrantes. Los pupitres convocaban indistintamente a los ciudadanos del futuro que forjarían los destinos de la nueva Nación del Sur. En el seño de esta cohesión social se encontraban los propósitos de asimilación y homogeneización cultural para una sociedad cosmopolita, propios del programa ideológico de la llamada Generación del ’80.

Pero hoy, a más de un siglo de aquellos tiempos, todo ha cambiado. La escuela pública argentina pasó a ser de espacio de cohesión a lugar de contención social. Recinto depositario de las víctimas de la exclusión, la pobreza y la marginalidad, de los herederos directos de décadas de ausencia del Estado Benefactor, de políticas neoconservadoras que fueron vaciando el patrimonio material, cultural y simbólico del país. Hoy, muchos chicos van a la escuela no para aprender, sino para poder comer o, al menos, para acceder a la copa de leche.

Puesta en este contexto, la institución escolar parece haberse convertido además en tierra fértil para la reproducción de la violencia –en sus múltiples expresiones–, permeable a lo que pasa afuera de los claustros escolares, en la sociedad misma. Las causas son múltiples y complejas, y remiten a una historia política de la educación en la Argentina; las generalizaciones sean quizá arbitrarias, pero la reciente multiplicación de episodios violentos entre alumnos marcan pautas, encienden una luz de alarma, advierten la problemática y exigen soluciones inmediatas.

La violencia escolar en Santa Fe: tres casos

El pasado mes, un caso de violencia escolar conmovió a un colegio de la ciudad de Rosario: una chica de 14 años amenazó a una maestra de cuarto grado con un cuchillo de cocina. Las autoridades escolares intervinieron y llamaron a la madre de la menor. Pero sorprendió que, la mujer y el hermano de la chica, lejos de reprender a la agresora, insultaron y amenazaron a la docente agredida.

Días después de este lamentable hecho, alumnos de dos colegios privados se enfrentaron en una guerra de piedras, en pleno microcentro rosarino. El incidente surgió a partir de una larga rivalidad mantenida entre los chicos de ambos colegios privados. Por un lado, los estudiantes de Maristas y, por el otro del Sagrado Corazón, según publicaron fuentes periodísticas locales.

Semanas atrás, en la ciudad de Santa Fe, un alumno de 13 tuvo una discusión en el patio de la escuela Pascual Echagüe, ubicada en la intersección de bulevar Zavalla y Entre Ríos, con otro adolescente de 14 años, mientras retornaban a clase luego del recreo. La fuerte discusión verbal se transformó en un ataque brutal de parte de éste último, que sacó una hoja de metal cortante –una trincheta– y le propinó al otro chico una puñalada en la zona abdominal. Luego de que las autoridades del colegio llamaran a las unidades de emergencia sanitaria, arribaron al establecimiento escolar las ambulancias de los servicios de salud 107 y el Cobem, y agentes policiales de la Comisaría 2°.

La víctima de la puñalada se llama Néstor Aguilar, es oriundo de la ciudad de Santo Tomé y cursa actualmente el octavo año. Aguilar fue trasladado de urgencia al Hospital de Niños “Orlando Alassia”. Días después, fue dado de alta. Una agresión que pudo haber terminado en tragedia.

La vicedirectora de la escuela Pascual Echagüe, Luz Marina Quaranta, reconoció a medios locales que “son frecuentes los casos de violencia verbal y de golpes, así como son frecuentes en la sociedad. Los alumnos reflejan lo que pasa afuera y los adultos muchas veces son responsables con los ejemplos y con sus actuaciones de lo que ellos manifiestan” (Diario UNO, 29/11/06).

En el mismo sentido, la ministra de Educación, Adriana Cantero, opinó que “la violencia en la escuelas es la violencia en nuestra sociedad. La institución no está ajena a lo que sucede en el conjunto general de la comunidad. Pero se trata de un lugar donde se apuesta fuertemente a la socialización a través de la educación, porque es un punto de encuentro donde hay que volver a revincularse con la comunidad y establecer lazos que permitan formar ciudadanos que, de verdad, hagan posible una vida mejor”.

Crisis de valores

La violencia escolar responde a un complejo conglomerado de factores causales. Crisis de los patrones de conducta, pérdida de representatividad y autoridad de la institución educativa, y una repercusión cada vez más negativa de los conflictos cotidianos en el seno familiar en los ámbitos escolares. Los efectos de los medios audiovisuales -principalmente la televisión-, cuyos contenidos en horarios de protección al menor no paran en reproducir escenas de alto voltaje violento, también moldean comportamientos infantiles negativos (ansiedad, impulsividad, agresividad), en una etapa vital donde hay una amplia receptividad a estímulos de alto impacto.

Sobre esto, el grueso de las programaciones audiovisuales pasan por alto lo que establece la Convención de los Derechos del Niño, tratado de rango constitucional que establece claras directrices para preservar la integridad psíquica y física de la infancia frente a las escenas de violencia (artículos 16 y 17). Ello sin dejar que la mayoría de los videojuegos –el nuevo fetiche infantil– representan una forma de violencia simulada altamente estimulante y hasta adictiva.

Pero debe quedar claro que es la institución familiar –cuya noción tradicional también está en crisis– el ámbito desde donde se debe comenzar a recuperar los referentes morales, los valores y los límites necesarios. La familia es el espacio de contención primario, y desde allí deben enmarcarse y regirse principios de conducta, que no dejen margen abierto a las expresiones violentas. Y la escuela, en una instancia posterior, debe actuar como reforzamiento de estos esquemas conductuales, reivindicando su función socializadora.

Una mirada profesional

El Lic. Marcelo E. Albornoz (*), especialista en violencia familiar, explica que “algunas instituciones educativas de gestión privada cuentan con gabinetes psicopedagógicos y Consejos de Convivencia, dirimiéndose en estos espacios cualquier hecho de violencia o malos tratos. Si el mismo se produce en la escuela deben intervenir adecuadamente estos ámbitos”. En este sentido, es de suma importancia el rol del docente como primer actor de la intermediación, para lo cual debe estar preparado.

“El tema es tan complejo que merece un tratamiento especial por la comunidad educativa, y todo esfuerzo que se realice en ese sentido es menor ante los reiterados casos de violencia familiar y escolar que llegan a nuestras escuelas, pero como mínimo los distintos actores (autoridades educativas y ministeriales, docentes, consejos pedagógicos, etc.) deben conocer el alcance de las normativas vigentes y preparar actividades en donde el respeto por los derechos del niño, la tolerancia y la diversidad se conviertan en un tratamiento transversal y cotidiano”, afirma el especialista.

La necesidad de la mediación escolar: una propuesta

En Santa Fe, la diputada provincial Mónica Albónico (PS) presentó meses atrás un proyecto de ley en la Cámara de Diputados para crear el Programa Provincial de Mediación Educativa en Santa Fe. La iniciativa contempla que, a través de ese organismo, se instituyan métodos de resolución alternativa de disputas (violencia, conflictos intraescolares, etc.) entre personas involucradas en el sistema educativo, para facilitar la comunicación y cooperación entre ellas.

“Estamos frente a una sociedad cuyos valores tradicionales se encuentran en crisis. Intentar transformar esa realidad desde el hecho educativo nos impone pensar en nuevas formas de comunicación e interacción, planteándonos objetivos que implican proyectos a mediano y largo plazo centrados en la llamada Educación en Valores, que privilegien formas participativas y recuperen la ética de la convivencia, sin desplazar el interés por el conocimiento, la información y una capacitación efectiva”, concluyó la legisladora.

Violencia en las aulas, una consecuencia de la pérdida del respeto por el otro


Luego de que trascendieran en estos días una seguidilla de episodios violentos en escuelas de distintos puntos del país, una luz de alerta se enciende. Preocupación y asombro despierta la brutalidad con la que chicos de no más de 16 años se lastiman y hasta llegan a causarle la muerte a un compañero de aula. A fin de dilucidar la raíz de este problema y encontrar a sus responsables, la psicóloga Cecilia Pedro partió de la premisa de que "la pérdida del respeto por el otro" es un factor clave.


Para la especialista en Adolescencia, en las últimas décadas se ha producido un resquebrajamiento en el tejido social argentino y el abandono de ciertos valores. Estos hechos contribuyeron a consolidar la lógica del "sálvese quien pueda" y del "o soy yo o es el otro". Con este panorama, Pedro explicó que la figura de "los demás" se ha convertido para algunos en la de "los enemigos" y ésto queda evidenciado incluso en los asaltos.

La agresividad sumada a la pérdida del respeto por la ley y los límites, conduce a una utopía del orden. Los chicos absorben esta configuración social, crecen bajo estos nuevos códigos y los aceptan como naturales. "Hay padres a los que no les gusta la nota que un maestro le puso a su hijo y van a la escuela a increparlos" , ejemplificó la psicóloga.

Inmersos en esta tergiversación de los valores, es más fácil que un chico en los albores de la adolescencia pierda los estribos. "Están entrando en una etapa llena de cambios cada vez con más libertades y menos contención. Estos casos de violencia en el aula responden a cuestiones de fondo donde tanto las familias como las instituciones tiene una cuota de responsabilidad" , apuntó Pedro.
Padres ausentes, maestros con poca autoridad, falta de severidad en las sanciones escolares, son algunas de las sensaciones con las que se codean cotidianamente los jóvenes de nuestro país. El descontrol que puede llevar a un nene de 15 años de matar a un compañerito es materia de un análisis puntual, pero no deja de ser una muestra de lo que nos está pasando como sociedad. Un estigma que ojalá nos abra los ojos y nos llame a una reflexión más profunda.

Chicos mediadores, una estrategia contra la violencia en las aulas


Cargadas entre pares, peleas verbales y físicas, y la creciente certeza de que la escuela es un espacio permeable a la violencia social hace pie cada vez con más fuerza en los establecimientos educativos. Frente a ello surgen estrategias en las propias instituciones donde los alumnos se transforman en protagonistas de iniciativas para abordar estos conflictos. En la Escuela Nº 263 de la localidad de Tortugas, los chicos de séptimo realizan tareas como alumnos mediadores para buscar desde el diálogo una solución a la violencia escolar. Este, como la iniciativa lúdica que desarrollan chicos de la Escuela Nº 6.394 de Rosario (ver aparte), son ejemplos de experiencias exitosas donde los propios alumnos buscan bajar los niveles de agresión en las aulas.

Decenas de bicicletas estacionadas en la vereda es la postal con la que se encuentra quien visita en horas de clases la Escuela Nº 263 Domingo Faustino Sarmiento, de Tortugas. Cerca de 250 chicos integran la matrícula de la escuelita de la comuna que limita con la provincia de Córdoba. Difícil parece en una primera impresión vincular la tranquilidad que se respira por las calles del pueblo con ciertos hechos de violencia que impactan en las aulas argentinas. Acontecimientos que semana a semana ganan las tapas de los medios de comunicación.

Sin embargo, son los propios chicos de sexto y séptimo los que dan cuenta de esta situación. “La violencia infantil es un tema que se toca mucho en estos días, y me parece bien que se hable de eso porque si son violentos de chicos, de grandes van a empeorar”, cuenta Santiago Waldispeg, alumno de sexto de la 263. La preocupación sobre la escalada de conflictos en las escuelas llevó a los chicos de los cursos superiores a involucrarse en un proyecto que los tiene como mediadores. Así, son los propios alumnos los que, desde el diálogo, proponen interceder ante las disputas escolares entre sus pares.

“El año pasado notábamos que los chicos corrían y se pegaban mucho. Mayormente en los recreos, pero también en el aula”, describe Mirela Giuliano, de séptimo. Y sobre este tema Santiago agrega: “En todos los recreos surgía un problema, se decían cosas malas del padre, de la madre y a veces hasta de la hermana”.

Comisión en acción. El proyecto de alumnos mediadores nació el año pasado en la clase de formación ética de séptimo grado, a cargo de la docente Marcela Viozzi. “A raíz de hechos que pasaban en nuestro pueblo y trabajando sobre las ONGs y sus propósitos surgió la idea de inventar una organización de este tipo que trate el tema de la violencia”, apunta la maestra. Y a partir de allí se creó una Comisión en Acción, desde donde partió la idea de los alumnos mediadores de Tortugas.

Desde entonces, y una vez en marcha el proyecto, los chicos del último año comenzaron a intervenir en casos concretos de violencia ocurridos en la propia escuela. “Una vez una alumna le contestó mal a una señorita porque pensó que no la quería, que la dejaba de lado. Entonces le preguntamos a la chica qué le había dicho y si estaba arrepentida. Y al final la nena, como la quería mucho a la maestra, le pidió por favor que la perdone. A la seño se le caían las lágrimas y así se solucionó”, ejemplifica Mirela.

Ayrton Ponce y Axel Castro cuentan otro caso de mediación exitosa: “Había un chico que molestaba a sus compañeros y que reaccionaba mal cuando le decían que lo iban a retar. Hasta que se agarró a golpes con otro, pero cuando intervenimos prometió que no lo iba a hacer más y hasta ahora no hubo más problemas”.

Pero al enfrentar la violencia entre pares, los chicos de Tortugas trataron de limar también aquellos roces que se producían de manera verbal o simbólica. “Muchas veces se dicen cosas feas, y hasta si había algún enfermo en la familia también se cargaban con eso”, dice Camila Colombano, compañera de Mirela en varios casos de mediación escolar.

Una y otra vez la escucha y el diálogo son las palabras que utilizan los chicos para contar su estrategia a la hora de resolver los problemas de violencia. Porque como dice Sebastián Lardone, de sexto, el diálogo permite “ganar la confianza de los demás chicos y solucionar los casos sin responder a la violencia”. “Buscamos llegar al origen de porqué se arman los líos y tratamos de solucionar el problema inicial, si fue otro alumno o si empezaron los dos”, agrega Santiago.

El éxito de esta innovadora experiencia de mediación escolar se puede medir también en la respuesta de los demás estudiantes de la escuela de Tortugas. “Intentamos ganarnos el respeto y la confianza y ahora hasta los mismos chicos nos llaman solos para resolver algunos problemas. Se están tomando la costumbre”, señalan entre risas los chicos de la 263.

Con los más chicos. Una serie de juegos pintados en el patio de baldosas fue otra de las estrategias que diseñaron los chicos para reducir los casos de agresión en los recreos. Es que la tarea de mediación alcanza tanto a los de la mañana como a los pequeños alumnos del turno tarde. “El otro día pintamos con los chicos de segundo y un grupo de padres juegos como la rayuela y el ta-te-ti, para que se diviertan sin violencia. Vinimos a jugar a la tarde con los de segundo y ahora los otros nos invitaron a jugar con ellos también”, señalan Mirela y Camila. Un proyecto que, como cuenta Marcela Viozzi, se enlaza con la docente de segundo grado, para que los más chicos aprendan el respeto por las reglas, los turnos y a disfrutar con otros compañeros.

Pero los de séptimo van por más: para la semana próxima tienen previsto arrancar con la FM 263, una radio escolar que dos veces por semana trabajará sobre valores como la tolerancia, la responsabilidad, la comprensión, la solidaridad y el respeto. Aseguran que lo harán a través de entrevistas, investigaciones y entretenimientos.

Además prometen que para fin de año inaugurarán la salita de mediación, “con almohadones y todo, para hacer la mediación en un lugar donde se sientan más cómodos”, cuentan.

El diálogo y la apuesta a estrategias lúdicas se transforman en la escuela de Tortugas en herramientas para lograr que disminuyan los conflictos de violencia. Una apuesta que, de la mano de los pequeños mediadores, busca mejorar la convivencia en las aulas, con chicos que con orgullo cuentan cómo logran superar desde diálogo los “líos” entre sus compañeros.

Violencia en las aulas: Los expertos reclaman la implicación de los padres y más respeto hacia los profesores

Las estadísticas demuestran que la violencia sexista empieza en la escuela

Programas de prevención y medidas punitivas son buenos antídotos contra el ’bullying’. La violencia sexista también se da en la escuela

Mercé Beltran/ La Vanguardia

Los niños que ejercen de matones de escuela repiten a lo largo de su vida comportamientos de acoso, sea en el ámbito familiar, sea en el laboral. En algunos casos, los acosadores se convierten en personas violentas o delincuentes; en otros, seguirán teniendo actitudes de acoso. Ésta es una de las conclusiones que el investigador británico David Farrington expuso ante la IX Reunión Internacional sobre Biología y Sociología de la Violencia organizada por el Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia, que recientemente congregó a numerosos expertos en Valencia, bajo el título Violencia y escuela.

El seminario repasó distintos estudios sobre el bullying (acoso escolar), los factores de riesgo que contribuyen a generar comportamientos violentos en la escuela, así como propuestas para prevenir y atajar las actitudes censurables de los escolares. A continuación se exponen algunas de las conclusiones y las propuestas de trabajo.

REINCIDENCIA. David Farrington, director de un estudio longitudinal realizado a más de 400 personas de Londres, a las que siguió desde los 8 a los 48 años, sostiene, basándose en este estudio, que los niños que a los 14 años son acosadores también lo son a los 32, y no descarta que haya una transmisión generacional de estos comportamientos de padres a hijos. Es decir, los acosadores (mayoritariamente, varones) suelen tener hijos que también lo son. La conducta agresiva en los alumnos se corrige con programas efectivos tanto en el ámbito individual como en el colectivo, así como con actitudes firmes por parte de padres y profesores, con castigos cuando hay un mal comportamiento y premios cuando la conducta es buena. sexista. Seis de cada diez víctimas de acoso son mujeres, según una encuesta elaborada por Metra-Seis para el Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia. Varios ponentes abundaron sobre el componente sexista del bullying y coincidieron en señalar que los acosadores tienen muchas posibilidades de convertirse en adultos agresores de sus parejas, física y psíquicamente.

DISTORSIÓN COGNITIVA. Los agresores escolares no son diferentes de otros tipos de individuos violentos, y éstos no suelen verse a sí mismos como agresores, sino como defensores, ya que creen que se defienden de las agresiones o provocaciones de sus víctimas. De esta forma se justifican. Esta visión hostil de su entorno es lo que les lleva a sentir satisfacción cuando hacen daño a los demás y a sentirse mejor cuando dominan a los otros de forma negativa. Por ello no resulta suficiente con abrirles un expediente académico, sino que además es conveniente que reciban una atención psicológica.

VIOLENCIA SEXISTA. El acoso en la escuela también tiene un componente de violencia sexista.

DIFERENCIAS SOCIALES. Está demostrado que la situación económica está relacionada con las actitudes violentas o agresivas de los jóvenes, pero no es determinante. La pobreza o unas condiciones de vida precarias son factores de riesgo, pero la encuesta de Metra-Seis evidencia que a la hora de hablar de acoso escolar no hay diferencias entre la escuela pública y la concertada. La catedrática de la Universidad de Córdoba Rosario Ortega destaca que los acosadores de la educación privada "son más sutiles" y presentan un índice más elevado de acoso sexual que los de la enseñanza pública.

ROMPER MITOS. La ley del silencio es, en cierta forma, cómplice del acoso escolar, pero no está tan generalizada como se creía, ya que ni la mayoría de los testigos ni las víctimas permanecen mudas ante acciones de violencia escolar. Los testigos suelen intervenir y contarlo, sobre todo, a sus profesores, y cuatro de cada diez víctimas se lo cuentan a los profesores. Hay que romper con la idea de que denunciar el acoso es chivarse, y hay que extender la evidencia de que denunciar un acoso es proteger los derechos humanos que se le están negando a la víctima.

PAPEL DE LOS PROFESORES. Todos los ponentes hablaron de la importancia de que el profesor recupere su reconocimiento social, tenga autoridad y, por tanto, más armas para combatir situaciones de acoso y violencia en las aulas. El profesor Sanmartín, director del Centro Reina Sofía, es tajante: "Indisciplina habrá siempre. Por eso, hay que restaurar la dignidad de los profesores dotándolos de las capacidades necesarias para hacerse respetar". El profesor Dan Olwens, de la Universidad de Noruega, aboga por el restablecimiento de la autoridad de los profesores con propuestas legislativas que les permitan mantener un buen clima escolar. Catherine Blaya, responsable del observatorio europeo de la violencia escolar ubicado en Burdeos, apunta la importancia de mantener una disciplina coherente, tanto en casa como en la escuela. Blaya destaca también la falta de capacitación de los docentes para resolver los conflictos, por lo que apuesta por programas formativos que incluyan este tipo de cuestiones. Los programas educativos para acosadores, si no están acompañados de medidas legales, incluso punitivas, no son la solución. Es necesario mejorar la supervisión en las horas de recreo y en las zonas calientes,es decir, las más aptas para que se produzcan situaciones de acoso, como los aseos.

NORMAS CLARAS. Los centros deben tener normas claras contra el bullying,con programas que ayuden a las víctimas y castiguen y formen a los acosadores; con reuniones en las aulas en las que los niños discutan sobre las reglas de funcionamiento y se responsabilicen de ellas, en las que se propicie una cultura de empatía (ponerse en el lugar de otro). La necesidad de evaluar, a través de la inspección y de las autoridades educativas, los distintos programas de prevención es otra de las aportaciones del seminario. Si no se evalúa, se produce una relajación. En los países en los que se han aplicado programas de prevención, con una evaluación continua, y existe una legislación clara al respecto, como Inglaterra, las situaciones de acoso escolar se han reducido en un 50%.

ACTITUD DE LOS PADRES. Existe una relajación de las obligaciones educativas. Educar no es decir sí a todas las exigencias de los niños, también es decir no, fijar normas y supervisar el cumplimiento de éstas. Ni la educación autoritaria, en la que el afecto brilla por su ausencia, es buena, ni tampoco lo es aquella en la que prima el todo vale, la negligencia. Los padres no son colegas o amigos de sus hijos y son responsables de su educación, una obligación que en muchos casos los progenitores delegan en la escuela. Los padres de niños o niñas que muestran conductas violentas deben intervenir en programas de reeducación de sus hijos, programas que deben tener un seguimiento y una evaluación.

MEDIOS DE COMUNICACIÓN. James S. Grisolía, especialista en neurología clínica y profesor ayudante de Neurociencia en la Universidad de California, considera que la cobertura mediática de las noticias y los documentales producen efectos complejos en la conducta violenta. No descarta que los medios puedan dar una imagen poco realista del fenómeno de la violencia en la escuela y tener un efecto mimético, pero estima que la cobertura informativa puede proporcionar orientación a los padres y estimular la comunicación entre padres e hijos, algo que ayudaría a reducir el números de agresiones y actos de violencia.

Violencia en las aulas


Un estudio realizado por el Ministerio de Educación de la Nación reveló que uno de cada cuatro alumnos vio un arma en su escuela. El informe agrega que un 5% tuvo alguna vez la intención de usarlas.Tras los últimos hechos de violencia en escuelas de nuestro país en los últimos días y que dejaron un saldo de dos jóvenes asesinados por su propia compañeros y al menos una niña de 12 años herida, la preocupación por este tema espera soluciones concretas y urgentes. ¿Cuál es tu reflexión? Dejanos tu comentario.

VIOLENCIA EN LAS AULAS: Hay que incorporar detectores de problemas, no de armas

La frase del título le pertence a Julio Werthein. Representante de la UNESCO en Brasil y encierra una gran verdad.
Cuando existe un episodio de violencia en algún establecimiento educativo las autoridades entran en apuro por demostrar “que algo se está haciendo” y recurren a las más variadas opciones. A la más frecuente de buscar el “chivo expiatorio” y expulsarlo, está la de consultar profesionales, hacer talleres, lanzar algún programa que promete “desterrar la violencia” y en algunos países hasta colocar detectores de armas y policías armados en las escuelas.
Ninguna de estas acciones ha probado su eficacia real más allá de llevar cierta tranquilidad de que “algo se hizo”.
Pero el tema de la violencia en las aulas es mucho más complejo. Cuando ocurre un hecho calificado de “violento” en la escuela, éste generalmente tuvo su historia previa, en un problema que comenzó, fue dando señales y nadie las advirtió hasta que pasó algo calificado como “grave”. En ocasiones actitudes de los adultos ayudaron a reafirmar el círculo. Una vez que esto ocurre se busca juzgar al mismo con el último tramo de la situación . Es como pretender entender una película viendo los últimos cinco minutos.
Entender lo que pasó no es igual a “justificar” la conducta, pero sí nos sirve para contextualizarla y buscar caminos que nos permitan encontrar vías adecuadas para que con la sanción el autor reflexione sobre la misma, repare el daño y no la repita.
Pero para ello, tal como lo dice Julio Werthein se requiere trabajar en las instituciones educativas con herramientas para detectar y abordar lo problemas a tiempo.
También se requiere comprender- como lo sostienen los especialistas- que la violencia es un comportamiento inadecuado en orden al logro de un objetivo común buscado por todo individuo: pertenecer, participar, ser valorado y lograr estima personal, que en ocasiones el castigo, la censura o el propio comportamiento del adulto termina reforzando el círculo de la misma.
Para ello se debe trabajar sobre la convivencia y el clima que se vive en las instituciones. con la participación de todos los actores incluidos los padres.
Requiere tomar conciencia que la convivencia genera conflictos y tensión y que el “grado de salud de las instituciones no está dado por la ausencia de los conflictos , sino por la forma en que cada institución los afronta y en el mejor de los casos cómo puede darles solución. .Esto es prevención” (Ianni, N, Pérez E. La convivencia en la escuela, un hecho, una construcción. Ed. Paidós)
Muchos podrán decir…. Esto es casi imposible… - Es difícil y pero no imposible y es fruto de un proceso que puede llevar años de trabajo continuo y requiere por parte de las autoridades su apoyo constante.
En algunos casos se presenta a la Mediación Educativa como una salida mágica a estos temas. Pero la mediación y la NEGOCIACION son sólo herramientas dentro de un paquete más amplio que puede ayudar a prevenir, afrontar, canalizar y dar solución a los conflictos.
La mediación educativa NO SE AGOTA EN FORMAR ALUMNOS MEDIADORES, sino que implica un trabajo más profundo con todos los actores institucionales , reflexionando acerca de qué se hace con el conflicto en la institución, qué actitudes predominan, y dar herramientas no sólo de mediación sino también de NEGOCIACION para autogestionar los conflictos y dentro de un proyecto institucional que debe prever claramente los límites de lo “negociable” y lo “no negociable”, los procedimientos de gestión de conflictos entre adultos, alumnos y adultos y alumnos, la inserción de las instancias de negociación y mediación dentro del acuerdo de convivencia institucional y la legislación.
Parafraseando al Dr. Claudio García Pintos quien en un Seminario sobre Violencia Escolar realizado en Buenos Aires en 2005, en el que tuve el honor de participar como disertante, al reflexionar sobre la violencia en el aula se preguntaba “¿Bastará? Si nosotros docentes hacemos esto, ¿bastará? ¿Será suficiente modificar la mirada sobre la violencia para terminar con la violencia en el aula?” y se responde” Yo no tengo dudas respecto de la respuesta: NO. Pero no importa si bastará o no. No estamos llamados a erradicar la violencia del mundo ni siquiera del aula. Simplemente estaremos asumiendo nuestra responsabilidad como docentes. Sólo estamos llamados a ser docentes, a cumplir esa “labor educativa”.. “que ayuda al hombre a ser cada vez más hombre, lo introduce siempre más profundamente en la verdad, lo orienta hacia una respeto creciente por la vida, la forma en las justas relaciones entre las personas”.
El desafío es grande y el camino posible, queda la voluntad de transitarlo, de aunar los esfuerzos que aisladamente muchos docentes vienen haciendo diariamente y de apoyarlo desde las autoridades..

¿Violencia escolar o violencia?

Más allá de que se encuadren los hechos de violencia en su lugar de procedencia y se vincule a delitos y situaciones agresivas entre alumnos a una supuesta "violencia escolar", cabría preguntarse a qué clase de ataques, postergaciones y desidias se está sometiendo a niños y jóvenes en el país.
Desde pensar en el aumento de casos de violentamiento sexual que afectan a niños y jóvenes, en su mayoría que parten del entorno familiar; en muertes de ellos a diario por abandono, trabajo infantil, inseguridad, adicciones tempranas y otros flagelos, hasta los "privilegiados" que aun pudiendo cursar estudios superiores no acceden al mercado laboral.
Más allá del debate que ya superaron las escuelas del país respecto de las medidas disciplinarias -cuando dejaron de lado las amonestaciones y las suplantaron por regímenes de convivencia- merece que los funcionarios y directivos educativos pongan un especial cuidado en cómo enfrentar la problemática cuando aparece en las escuelas.
Cuarenta o cincuenta años atrás, en épocas lejanas a los gabinetes psicopedagógicos, la escuela hubiera expulsado sin miramientos a un alumno por hechos mucho menores a los que suceden hoy y, en definitiva, al sacarlo del sistema no hubiera resuelto el problema del joven, sino el de la institución escolar, que supuestamente "educa".
También son recordados los episodios que se hicieron comunes en los '90 en las escuelas bonaerenses y de algunas provincias, con patotas de jóvenes que entraban a sustraer y romper mobiliario y útiles escolares, y la respuesta fue levantar muros más altos para que no entraran.
Entre las reflexiones de pedagogos y especialistas en temática juvenil por estos días, en general se coincidió en que la supuesta violencia escolar no es más que un espejo de una institución que refleja lo que sucede en las canchas de fútbol, en las calles, en las peleas entre funcionarios y sectores sociales y económicos.
Más allá del indiscutible diagnóstico, surgieron por estos días algunas posturas acerca del "método" o mecanismo para enfrentar estos preocupantes hechos que ya significaron muertes de estudiantes, asesinato de un docente, peleas hasta desfigurarse entre compañeros y golpes y amenazas a maestros, entre otros.
Desde lo puramente pedagógico, el ministro de Educación de la Nación, Juan Carlos Tedesco, sostiene que "la explicación de lo que está pasando es muy compleja: atañe no sólo a lo educativo, sino a la sociedad en general; resulta fundamental comprender que el lugar de la educación es el de enseñar, y no el de sancionar".
Tedesco agregó que es necesario "formar a los maestros, poner en las escuelas personal idóneo para trabajar con este tipo de problemáticas, reforzar ciertas cuestiones pedagógicas que tienen que ver con el diálogo y que hoy están debilitadas".
A su entender, en nuestra sociedad "hubo una crisis de autoridad que está en la base de todo este problema", ya que dice que "aquí el autoritarismo contaminó todo de modo que tenemos que enfrentar esta situación admitiendo su complejidad y no simplificando las cosas".
Para Tedesco, el método o sanción "tiene que formar parte de un proceso educativo, no ser el producto final; si yo expulso al alumno, pierdo la oportunidad de seguir educándolo. Hoy, muchos de nuestros chicos llegan a la escuela con carencias; nosotros tenemos que enfrentar esa situación con la idea de resolverla".
El presidente de la Fundación Sustentabilidad, Educación y Solidaridad (SES), Alberto Croce, que trabaja para volver al sistema a chicos en situación de calle o en situación de riesgo, reflexiona: "En una sociedad que soporta que los índices de muertos y heridos en el fútbol se eleven más que el precio de la soja, y donde un millón y medio de pibes viven en hogares donde sus padres detentan armas, no podemos hablar de la violencia como excepción". De acuerdo con su experiencia de trabajo con numerosos adolescentes y jóvenes pobres de diferentes provincias del país, se demuestra que "estos pibes no nacen violentos: son el reflejo extremo de la época en la que se vive; fenómeno que no se restringe a la Argentina". "Con el asesinato de un adolescente, por parte de un compañero de clase en una escuela de Villa Gesell, la "violencia en el aula" volvió a saltar a la primera plana. De inmediato recordamos la tragedia de Carmen de Patagones del 2004; a Javier que, harto de que le dijeran "Pantriste", se vengó asesinando a un compañero e hiriendo a otro, y decenas de casos en el que el terror se hizo presente en las aulas", describió.
Para Croce, "no estamos hablando de un problema escolar, sino de hechos criminales donde la geografía es la escuela y en casi todos los casos, escuelas de los sectores populares, es decir donde -según datos del INDEC- la mitad de los niños, niñas y adolescentes menores de 18 años son pobres".
En resumen, la escuela -sus docentes y directivos- debería estar preparada para contener, para "estar presente", para dar respuestas a estos nuevos flagelos y estas cuestiones a veces hay que planificarlas y otras salir "al ruedo" con el objetivo final de incluir siempre, aunque no sea en el mismo lugar.
LAURA HOJMAN

Toneladas de mala educación

El director general de Educación, Juan Antonio Gómez Trinidad, explicó que «no hay situaciones alarmantes» en las aulas, pero sí «toneladas de mala educación». A su juicio, a veces, «se ha magnificado el asunto», por lo que insistió en que hay que abordarlo «en sus justos términos».
Convino con el presidente de ANPE, Jesús Pardos, en que «la educación no es el origen de todos los problemas, todos somos responsables». Este último añadió que «la situación es común a otras regiones, se dan los conflictos típicos, como faltas de respeto, y también conductas disruptivas, pocas, pero las hay».
Según las conclusiones del último estudio autonómico sobre acoso escolar, 3,6 alumnos de cada 100 sufren este problema. Prima el acoso psicológico (55% de los casos) sobre el físico y la exclusión social. Cerca de la mitad de sus manifestaciones ocurren en el patio.

Violencia Escolar

Amenazas, agresiones, amedrentamiento han vuelto a despertar la inquietud de la opinión publica sobre el tema de la violencia en las aulas.
Se habla en los medios de comunicación de un "clima de inseguridad" en la escuela.
Quizás sea importante detenerse sobre el significado de esas agresiones, de ese miedo, sus limites, el contexto en que se dan. Quizás sea importante saber qué quiere decirnos esa violencia que nadie desea y que a nadie le sirve. De entre los lugares de convivencia social nuestras comunidades escolares siguen siendo uno de los más seguros, eso no quiere decir que la violencia sea un accidente aislado, como tampoco se puede hablar de un clima generalizado de miedo.
La verdad, como suele ocurrir, está entre los dos extremos. Los episodios de agresiones expresan un malestar en el corazón de la comunidad educativa que busca hablarnos de un modo directo y sin rodeo.
¿De dónde viene esa violencia?
Por más alto que sean sus muros, la violencia de nuestras calles, de nuestras casas, de nuestros diarios y televisores, termina por traspasar los patios y las salas de clases de nuestros colegios. Esta agresividad latente no es ni nueva, ni aislada, sino que es parte de la estructura de nuestra convivencia social.
Por décadas ha afectado a sistemas educacionales tan antiguos y complejos como los de Francia y Estados Unidos.
Las experiencias de esos países y la nuestra, nos enseña que el miedo no nace en el aula, sino que entra en ella. No detectarlo a tiempo, no construir desde las comunidades educativas respuestas convincentes para todos los miembros de ella, es dejarle al miedo un espacio que no dudará en tomarse.
Para comprender la amplitud del fenómeno y no dar aisladas respuestas que terminan por contradecirse, hay que entender que en cada una de las escuelas conviven profesores, alumnos, padres y apoderados
La escuela es lugar de comunicación de experiencias donde la sociedad puede verse a sí misma, como el individuo puede en su subconsciente comprender lo que su conciencia apenas puede formular.
Por ello, la primera respuesta al miedo en el aula es que los miembros de la comunidad escolar, se unan, discutan, evalúen, y busquen en conjunto vías de solución. Se trata de abrir la escuela a todos quienes actúan en ella.
Conscientes de que la violencia escolar es un problema que debemos ser capaces de abordar a tiempo, el Ministerio de Educación de Chile está trabajando con tres instituciones, de distintos ámbitos de acción y de reconocida trayectoria: PIIE(Programa Interdisciplinario de Investigaciones en Educación), Prodeni (Corporación Chilena Pro-Derechos de Niños y Jóvenes) y Paz Ciudadana, para elaborar planes y programas de acción.
En conjunto con estas tres instituciones se implementa un proyecto piloto que termina su primer etapa a fines de este año. El trabajo ya emprendido en esta ruta ha ayudado a orientarse y concentrarse como Ministerio en cuatro líneas de acción que se creen esenciales a la hora de analizar el fenómeno y buscar efectivas vías de acción:
1.- La familia está primero. La principal respuesta a la violencia escolar esta en los padres. Es evidente que los adultos no estamos enseñando a nuestros niños y jóvenes a resolver sus conflictos pacíficamente. La violencia que entra en las salas de clases generalmente tiene sus raíces en las casas. Es cosa de ver algunas reveladores aunque escalofriantes cifras:
• Uno de cada cuatro hogares sufre de la violencia intrafamiliar.
• Casi un 70% de los niños reconocen haber sido objeto de maltrato por parte de sus padres o familiares más cercanos. Por ello uno de los objetivos sería crear una nueva relación más cercana entre el entorno escolar con esas familias.
Esta nueva relación entre padres y establecimiento es uno de los ejes del nuevo curriculum.
2- Se trabaja en un nuevo curriculum que integra al alumno y se adapta al mundo en que vive. El qué aprenden y el cómo aprenden nuestros niños tiene efecto sobre el conocimiento y los valores, base de la convivencia. Al sentir los alumnos que lo que aprende les es útil en su vida diaria, al poder ellos mismos tomar las riendas de su aprendizaje y no ser sujetos pasivos de largas lecciones que consideran inútiles, mucho de los motivos de resistencia contra la autoridad escolar disminuirán. Una educación pertinente a los desafíos de hoy con profesores formados para estos desafíos le devuelve a la escuela su rol formador. En ese nuevo currículum son los propios alumnos los que adquieren conciencia de la importancia del aprendizaje.
3. - Se promueve la apertura de más espacios de expresión de la cultura juvenil y ocupación del tiempo libre. Los colegios abiertos, en horario extraescolar a numerosas actividades culturales, deportivas, de servicio a la comunidad, se convierten en punto de encuentro entre adultos y jóvenes y en alternativas a las calles y sus tentaciones. La comunidad escolar toma conciencia de su rol y es capaz de dar soluciones a sus problemas.
4.- Se privilegia la mediación escolar como forma de resolver los conflictos. Para ellos deben desarrollarse programas en especial orientados a la comunidad escolar que contribuyan a apoyar a los profesores,padres y alumnos a fortalecer la convivencia interna y la formación en resolución pacífica de los conflictos.
La apuesta final es plantear nuevos contenidos y objetivos de aprendizaje y nuevas maneras de enseñar, en resumen un cambio esencial en la cultura escolar en que la violencia no tiene cabida.
En esa nueva cultura el profesor será crecientemente un guía de sus alumnos. Ahí la dimensión afectiva jugará un papel fundamental para la formación de personas libres, responsables, creativas y capaces de convivir. Porque al final, vivir es convivir y aprender a mejorar esa convivencia.
Hoy en Chile se tiene la oportunidad única de hacer cambios esenciales en la escuela, para convertir la energía agresiva en energía creativa. Todos los profesores del país han visto como ese milagro, muchas veces en paupérrimas condiciones, es hoy posible; nuestra tarea como Docentes es hacer de ese milagro una experiencia cotidiana.

Educar es adelantarse a los problemas

Somos testigos de cuanto de negativo sucede en las aulas; de lo positivo cuesta trabajo tener noticias porque es lo usual. Pero es cierto que nos llegan noticias que algunas personas o instituciones tildan de alarmantes sobre tres áreas: la xenofobia y el racismo; la violencia ejercida por el alumnado entre sí o al profesorado; la supuesta creciente falta de asimilación de conceptos, hechos y datos por parte del alumnado.

La violencia en las aulas, reflejo de una sociedad desigual y con padres ausentes


NEUQUEN (AN).- La violencia escapa de las aulas y trasciende a las escuelas, dicen los especialistas, que intentan explicar las razones por las cuales los adolescentes definen sus diferencias a los golpes o cadenazos, como ocurrió recientemente en un secundario de esta ciudad.

No sólo hay golpes y cadenas, también hay chicos que llevan cuchillos y navajas e incluso armas de fuego, como sucedió puertas adentro de un aula hace apenas algunos meses.

Los especialistas dicen que lo que ocurre en las aulas es el reflejo de una sociedad desigual, con pérdida de valores y de respeto a la autoridad.

"Los chicos no son violentos porque sí, sino que imitan lo que ven de los mayores y exteriorizan en la escuela los conflictos que viven a diario", afirmó la psicopedagoga Marta González. "Son los adolescentes quienes más manifiestan la violencia y la escuela es el lugar de encuentro donde reproducen los modelos que sacan de una sociedad, en la que lamentablemente la violencia se ha naturalizado", agregó la especialista.

Si bien las posturas en cuanto a las causales de la violencia en las escuelas son variadas, directores de colegios, preceptores, psicopedagogos y responsables de la Comisaría del Menor coincidieron en señalar que este fenómeno está estrechamente vinculado a una crisis social mucho más amplia.

Para Susana Acevedo, la asesora pedagógica de un colegio neuquino, la constante que une la violencia en los colegios de la periferia y en las escuelas del microcentro es el "desdibujamiento" del rol de los padres. "Muchas veces están pero no cumplen con esa función porque están ocupados trabajando", refirió Acevedo.



La reunión de padres



Los directores de colegios consultados por "Río Negro" coincidieron en señalar que "son muy pocos" los padres que participan en las actividades escolares de sus hijos, situación que se ejemplifica con el gran ausentismo que se registra en las reuniones de padres. "De un curso de 25 chicos sólo vienen a las reuniones cinco padres, siempre son los mismos y son los padres de chicos que nunca dan problemas", agregó Graciela Plaza, la directora del CPEM 19.

Los problemas familiares, aseguraron los especialistas, se proyectan en frustraciones que se transforman en violencia ante la menor instigación. "Muchas veces basta con que se miren mal para que se pongan a pelear", explicó el director de otro colegio.

Sin embargo, en ocasiones los enfrentamientos toman mayores dimensiones, como sucedió el lunes cuando un grupo de adolescentes atacó con cadenas a un chico del CPEM 47. Otro hecho cercano y llamativo es el que se produjo el domingo 23 de abril cuando una multitud de adolescentes saqueó y destrozó el microcentro de la ciudad.

"Los chicos nos dan señales y nos están mostrando que la escuela perdió su función social al dejar de lado en las currículas la enseñanza de los valores", indicó la diputada Cristina Storioni, integrante de la Comisión legislativa de Educación.

Por su parte, los preceptores consultados por este medio indicaron que la violencia entre los jóvenes está vinculada a la falta de perspectiva de futuro, una situación que aseguran los hace sentirse excluidos y que se visualiza en la rebeldía.



La promesa de un futuro mejor



"Ven que hay una distribución desigual de la riqueza y ya no confían en la promesa de esforzarse por un futuro mejor sino que simplemente tienen la visión de que su futuro es negro, incierto", explicó Marcelo Fernández, un preceptor que se desempeña en un colegio capitalino desde hace quince años.

Directores, preceptores y psicopedagogos coincidieron en indicar que los mayores conflictos se dan entre los alumnos de primero y segundo año, cursos en los que también se registra el mayor índice de repitencia y abandono. Dos fuentes de la Comisaría del Menor consultadas por este diario dijeron que la violencia en las escuelas es un dato más de una realidad compleja. "Forma parte de un abanico mucho más amplio de una problemática que involucra a menores e incluye el delito juvenil", dijeron las fuentes.

Una consulta que se quedó sin respuesta

NEUQUEN (AN).- En diversas oportunidades este medio intentó dialogar sobre esta problemática con autoridades y especialistas dependientes del Ministerio de Educación. No hubo respuesta.

Los intentos por acceder al ministro de Educación Mario Morán y a la subsecretaria y presidenta del Consejo Provincial de Educación Mara Alvarez, fueron inútiles.

Ambos funcionarios no respondieron a los llamados telefónicos de este diario aunque es válido señalar que ambos estuvieron al frente de la negociación salarial con el gremio ATEN, que el viernes cerró un largo conflicto.

No obstante, "Río Negro" intentó acceder a los especialistas que integran el equipo interdisciplinario que atiende en asuntos de violencia escolar del Consejo Provincial de Educación aunque en este caso la respuesta de una de sus integrantes se tradujo en la promesa de un llamado telefónico que nunca se concretó.

"Las escuelas son mallas de contención social"

NEUQUEN (AN).- Directores y preceptores de colegios de esta ciudad indicaron que el problema más importante al que se enfrentan es que las escuelas están funcionando desde hace años como "mallas de contención social de todo tipo de problemas" y apelaron a que desde el Estado se ponga en marcha una política integral tendiente a recuperar la importancia del núcleo familiar.

"Se necesita una política de inclusión laboral que permita que los padres y los hijos puedan compartir la comida reunidos en la mesa", aseguró Marcelo Fernández, el preceptor de un colegio del este neuquino a la vez que señaló que en la actualidad "la escuela está cumpliendo un rol que no le corresponde".

"Los jóvenes están ensimismados, cerrados en ellos mismos y lo peor es que pareciera que nadie les presta atención", comentó una directora, que solicitó permanecer en el anonimato. La docente apeló a que desde el gobierno tanto nacional como provincial se impulsen políticas integrales que tiendan a recuperar y consolidar el rol de la familia, vista ésta como la primera fuente de educación de los niños.

"Los chicos que tienen padres desocupados viven tanto en la exclusión como en la pérdida de la integridad humana, la dignidad que el hombre gana a través de su trabajo", explicó el director de la EPET 3 de Gregorio Alvarez, José Carvallo, a la vez que advirtió que esta exclusión también se daría en el caso de las clases más acomodadas.

"Otros padres, en un afán por vivir mejor, se centran demasiado en el trabajo y dejan de imponerles límites a los hijos", agregó el director que indicó que "es por esta amplitud de factores que es necesario abordar la problemática desde múltiples sectores".

Hay coincidencias en la comunidad educativa de que la violencia no es un fenómeno nuevo en el ámbito escolar sino que se viene dando desde hace por lo menos una década, aunque algunos destacaron que habría tenido un punto de despegue tras la crisis económica de diciembre de 2001. Además, se indicó que en los últimos tres años los enfrentamientos se incrementaron entre las alumnas y, en la mayoría de los casos, se produjeron puertas afuera del colegio.

"Adentro del edificio la violencia es mucho más simbólica que física", explicó una directora a la vez que indicó que en el caso de los colegios del centro mucho tiene que ver la moda y la carrera consumista.

De acuerdo a los directivos la violencia en las escuelas es la manifestación de un fenómeno mucho más abarcativo que la simple violencia entre adolescentes, cuya solución no está en manos de una receta mágica sino en la concientización y en la participación activa de todos los sectores de la sociedad.

"Los chicos descreen de la cultura del esfuerzo"

NEUQUEN (AN).- "Los adolescentes neuquinos muestran una falta de valores morales y una ausencia de proyectos e iniciativas", señalaron los psicopedagogos y asistentes sociales consultados. Además, destacaron que este "vaciamiento" produjo un cambio en la forma en la que los jóvenes se comunican. "La escuela es un escenario donde los jóvenes se muestran", explicó la asesora Susana Acevedo y agregó que es en ese ámbito donde "el abandono social al que están sometidos, un abandono que es mucho más abarcativo de lo que parece, se hace manifiesto y se expresa en hechos que, a la vista de los mayores, son violentos".

Los profesionales interpretan que la mayor parte de los adolescentes que concurren a la escuela muestran un desinterés por estudiar y aprender, un dato de la realidad que estaría estrechamente relacionado con la ausencia de un proyecto de vida.



Visión de futuro



"Los chicos no tienen visión de futuro sino que viven en la instantaneidad y esto es lo que los lleva a centrar sus vidas en el colegio y en los pares", señalaron los especialistas. Los profesionales indicaron que la falta de valores lleva al "descreimiento en la cultura del esfuerzo", motivo por el que advirtieron que son muy pocos los chicos que hoy piensan en capacitarse para lograr un futuro mejor. "Esto es un problema social complejo, y la violencia es sólo una manifestación de algo que hay que tratar y abordar desde múltiples sectores", advirtió la psicopedagoga Marta González.