jueves, 23 de octubre de 2008

Crece la espiral de violencia en las aulas

La escuela no podía escaparle a la impronta de la época: la problemática de la violencia y la intolerancia en las aulas es un fenómeno creciente que no distingue latitudes ni sectores sociales. Las transgresiones de los alumnos están cada vez más lejos de ser sólo esas conductas que, tradicionalmente, se sancionaban en el ámbito educativo.

Ahora, los chicos y adolescentes se enfrentan a menudo, en forma directa, con la ley. Y con la ley penal.

El licenciado Fernando Osorio, especialista en violencia escolar, afirma que son la familia y las instituciones, en una sociedad civilizada, las encargadas de moderar los impulsos y la tendencia a la agresividad que son parte de la condición humana.

"Pero nuestras instituciones están endebles y carcomidas por la burocracia y la corrupción -dice- y en las familias los padres no siempre alcanzan a brindar a sus hijos las herramientas básicas para la subsistencia, no sólo en el nivel económico, sino también en la regulación de los impulsos negativos. Los chicos llegan al aula con un déficit de padres. Tienen padres que no les ponen límites por temor a parecer autoritarios, o porque están híper ocupados o completamente desocupados y no son capaces de transmitirles cuándo es preciso reflexionar y detenerse."

El doctor Héctor Basile, ex presidente de la Asociación Argentina de Psiquiatría Infanto-Juvenil y del Capítulo de Psiquiatría Infanto-Juvenil de la Asociación de Psiquiatras de la Argentina (APSA), explica que en nuestro país existen unos 400.000 adolescentes con "trastorno negativista desafiante", una entidad definida por el DSM-IV (algo así como la "biblia" de la psiquiatría de los EE.UU.).

Este trastorno, que se asocia a menudo con el consumo de sustancias, se caracteriza "por conductas negativas, hostiles, desafiantes, provocadoras, fuera de los límites del comportamiento de los chicos de su misma edad y contexto sociocultural -afirma el doctor Basile-. Estos chicos tienden a oponerse activamente a las reglas de los adultos y a molestar a otros. Sus desafíos suelen dar lugar a provocaciones porque generan enfrentamientos. Pueden ser groseros, resistirse a la autoridad, resultar fácilmente irritables, de baja tolerancia a la frustración".

A medida que pasan los años, advierte el psiquiatra, esta clase de comportamiento puede convertirse en un trastorno disocial, "que ocurre cuando la agresividad va más allá del desafío o la desobediencia y evoluciona hacia la agresividad física y los actos que violan la ley penal".
Violencia y prepotencia

Fernando Osorio, que a partir del 6 de septiembre dictará el seminario "Violencia escolar", auspiciado por la Unesco, en Centro Dos, una reconocida institución psicoanalítica de Buenos Aires (informes: www.centrodos.com.ar), coincide con la idea de que un creciente número de adolescentes desafía y cuestiona a los adultos y afirma que esta característica es generadora de violencia dentro y fuera del aula.

Sin embargo, para el psicólogo -que es asesor de escuelas públicas y privadas tanto laicas como confesionales y actualmente prepara su doctorado en psicología de la UBA sobre violencia escolar- esta actitud desafiante es más frecuente en determinados adolescentes.

"Es que la ironía y la capacidad de respuesta de este tipo implican un recurso simbólico que es bagaje de sectores de alto nivel económico social; en los sectores más bajos la crisis es muy grande, los chicos no han comido lo suficiente, su cerebro creció menos y no son capaces de manejarse en un nivel simbólico tan complejo. En las escuelas de menores recursos económicos hay violencia verbal.

"En las de más recursos hay prepotencia verbal: expresan su violencia así porque el acceso al consumo y la disponibilidad económica les hace creer que tienen mayor impunidad. Pero en todos los niveles sociales pasa lo mismo: hay van a la escuela con navajas, con objetos contundentes, se juntan en la esquina a tomar alcohol, consumen y venden drogas. Ocurre tanto en las escuelas de Fuerte Apache como en las de San Isidro."

Basile, sumamente preocupado porque en tanto la salud mental de chicos y jóvenes empeora en nuestro país el Ministerio de Salud dejó de considerar a la psiquiatría infanto-juvenil "como una especialidad médica" y los nuevos especialistas no pueden insertarse en el nivel público u obras sociales y prepagas, afirma que "en el Hospital Neuropsiquiátrico Infanto-Juvenil Tobar García, del cual soy miembro fundador, las patologías sociales superaron largamente a las patologías psiquiátricas, y cada vez son más los casos de internación por orden judicial de menores que han cometido delitos. Algunos quieren bajar la edad de imputabilidad, pero hay que resolver muchas cosas en una sociedad antes de considerar «delincuente» a un chico de 14 o 15 años..."

Para el psiquiatra, uno de los grandes peligros que entraña una decisión semejante es que "los delincuentes adultos, que a menudo utilizan a los chicos, los busquen cada vez más pequeños para que sean inimputables".

El licenciado Osorio puntualiza que "los niveles de transgresión, violencia y drogadicción son más altos en las escuelas donde concurren alumnos de alto poder adquisitivo que en las marginales" y añade que en su experiencia de una década como psicólogo de una de las principales empresas de medicina prepaga del país -cuya cuota mensual más económica para un grupo familiar mensual es de $ 500- "aumentó un 60% la atención de adolescentes derivados por el juez por consumo o tenencia de drogas, que como tienen una familia «continente» en lugar de ser derivados a un instituto de menores se les indica hacer tratamiento psicológico".

Basile agrega que una forma de violencia actual en las aulas viene de la mano de la discriminación. "Según el Instituto Nacional contra la Discriminación, las denuncias en ámbitos educativos alcanzan al 15% y se concentran contra los alumnos hijos de inmigrantes de América latina y los chicos más pobres. Así, la escuela, que históricamente fue una institución de inclusión social, hoy excluye".

Osorio también critica la falta de actualización no sólo de los contenidos docentes sino de la actitud de muchos maestros y profesores, que califica de "moralista y retrógrada", porque "tienen puesta la mirada todavía en el mito del saber, en las verdades absolutas, y eso no va solamente en contra de la posibilidad de que un chico aprenda, sino también de que genere un vínculo con el docente".

El licenciado Osorio puntualiza que la educación, como valor social, está cada vez más desvirtuada. "Ya no es pasaporte a la seguridad o al trabajo, y es muy difícil justificar las horas que pasan en la escuela. Padres y maestros suelen quedarse sin fundamentaciones viables. Es que desde la mirada de los adolescentes existe un profundo descrédito en la palabra del adulto."

2 comentarios:

Anónimo dijo...

vale aclarar que los alumno no solo se pelean o se agreden entre ellos.. si no tambien contra los docentes!
por eso hay que terminar con esta crisis de una ves por todas!

Unknown dijo...

ok! totalmente de acuerdo, que proponen al respecto?