jueves, 23 de octubre de 2008

Los casos de violencia en las aulas santafesinas como corolario de la crisis de la familia y de la propia escuela

La multiplicación de casos de violencia escolar encendió una luz de alerta. En Rosario, estudiantes de dos colegios privados se enfrentaron en una batalla campal en pleno centro de la ciudad, y una chica de 14 años amenazó a una maestra de cuarto grado con un cuchillo de cocina. En Santa Fe, un pibe de 13 fue atacado por otro con una trincheta en la Escuela Pascual Echagüe. Urge atender una problemática que reseña el estado de violencia generalizada que atraviesa la sociedad.

Sería incorrecto negar que la escuela –luego de la institución familiar– ha sido históricamente el espacio donde se impartían valores y referentes morales, se imponían límites de autoridad, y se preparaba cívicamente a los alumnos para afrontar los desafíos de la vida moderna. La secularización de la escuela pública en la Argentina persiguió este ideal desde su institucionalización, junto con el objetivo primario de enseñanza, instrucción y difusión del conocimiento.

A principios del siglo XX, la escuela era vista como el ámbito donde se suavizaban las diferencias socioculturales entre criollos e inmigrantes. Los pupitres convocaban indistintamente a los ciudadanos del futuro que forjarían los destinos de la nueva Nación del Sur. En el seño de esta cohesión social se encontraban los propósitos de asimilación y homogeneización cultural para una sociedad cosmopolita, propios del programa ideológico de la llamada Generación del ’80.

Pero hoy, a más de un siglo de aquellos tiempos, todo ha cambiado. La escuela pública argentina pasó a ser de espacio de cohesión a lugar de contención social. Recinto depositario de las víctimas de la exclusión, la pobreza y la marginalidad, de los herederos directos de décadas de ausencia del Estado Benefactor, de políticas neoconservadoras que fueron vaciando el patrimonio material, cultural y simbólico del país. Hoy, muchos chicos van a la escuela no para aprender, sino para poder comer o, al menos, para acceder a la copa de leche.

Puesta en este contexto, la institución escolar parece haberse convertido además en tierra fértil para la reproducción de la violencia –en sus múltiples expresiones–, permeable a lo que pasa afuera de los claustros escolares, en la sociedad misma. Las causas son múltiples y complejas, y remiten a una historia política de la educación en la Argentina; las generalizaciones sean quizá arbitrarias, pero la reciente multiplicación de episodios violentos entre alumnos marcan pautas, encienden una luz de alarma, advierten la problemática y exigen soluciones inmediatas.

La violencia escolar en Santa Fe: tres casos

El pasado mes, un caso de violencia escolar conmovió a un colegio de la ciudad de Rosario: una chica de 14 años amenazó a una maestra de cuarto grado con un cuchillo de cocina. Las autoridades escolares intervinieron y llamaron a la madre de la menor. Pero sorprendió que, la mujer y el hermano de la chica, lejos de reprender a la agresora, insultaron y amenazaron a la docente agredida.

Días después de este lamentable hecho, alumnos de dos colegios privados se enfrentaron en una guerra de piedras, en pleno microcentro rosarino. El incidente surgió a partir de una larga rivalidad mantenida entre los chicos de ambos colegios privados. Por un lado, los estudiantes de Maristas y, por el otro del Sagrado Corazón, según publicaron fuentes periodísticas locales.

Semanas atrás, en la ciudad de Santa Fe, un alumno de 13 tuvo una discusión en el patio de la escuela Pascual Echagüe, ubicada en la intersección de bulevar Zavalla y Entre Ríos, con otro adolescente de 14 años, mientras retornaban a clase luego del recreo. La fuerte discusión verbal se transformó en un ataque brutal de parte de éste último, que sacó una hoja de metal cortante –una trincheta– y le propinó al otro chico una puñalada en la zona abdominal. Luego de que las autoridades del colegio llamaran a las unidades de emergencia sanitaria, arribaron al establecimiento escolar las ambulancias de los servicios de salud 107 y el Cobem, y agentes policiales de la Comisaría 2°.

La víctima de la puñalada se llama Néstor Aguilar, es oriundo de la ciudad de Santo Tomé y cursa actualmente el octavo año. Aguilar fue trasladado de urgencia al Hospital de Niños “Orlando Alassia”. Días después, fue dado de alta. Una agresión que pudo haber terminado en tragedia.

La vicedirectora de la escuela Pascual Echagüe, Luz Marina Quaranta, reconoció a medios locales que “son frecuentes los casos de violencia verbal y de golpes, así como son frecuentes en la sociedad. Los alumnos reflejan lo que pasa afuera y los adultos muchas veces son responsables con los ejemplos y con sus actuaciones de lo que ellos manifiestan” (Diario UNO, 29/11/06).

En el mismo sentido, la ministra de Educación, Adriana Cantero, opinó que “la violencia en la escuelas es la violencia en nuestra sociedad. La institución no está ajena a lo que sucede en el conjunto general de la comunidad. Pero se trata de un lugar donde se apuesta fuertemente a la socialización a través de la educación, porque es un punto de encuentro donde hay que volver a revincularse con la comunidad y establecer lazos que permitan formar ciudadanos que, de verdad, hagan posible una vida mejor”.

Crisis de valores

La violencia escolar responde a un complejo conglomerado de factores causales. Crisis de los patrones de conducta, pérdida de representatividad y autoridad de la institución educativa, y una repercusión cada vez más negativa de los conflictos cotidianos en el seno familiar en los ámbitos escolares. Los efectos de los medios audiovisuales -principalmente la televisión-, cuyos contenidos en horarios de protección al menor no paran en reproducir escenas de alto voltaje violento, también moldean comportamientos infantiles negativos (ansiedad, impulsividad, agresividad), en una etapa vital donde hay una amplia receptividad a estímulos de alto impacto.

Sobre esto, el grueso de las programaciones audiovisuales pasan por alto lo que establece la Convención de los Derechos del Niño, tratado de rango constitucional que establece claras directrices para preservar la integridad psíquica y física de la infancia frente a las escenas de violencia (artículos 16 y 17). Ello sin dejar que la mayoría de los videojuegos –el nuevo fetiche infantil– representan una forma de violencia simulada altamente estimulante y hasta adictiva.

Pero debe quedar claro que es la institución familiar –cuya noción tradicional también está en crisis– el ámbito desde donde se debe comenzar a recuperar los referentes morales, los valores y los límites necesarios. La familia es el espacio de contención primario, y desde allí deben enmarcarse y regirse principios de conducta, que no dejen margen abierto a las expresiones violentas. Y la escuela, en una instancia posterior, debe actuar como reforzamiento de estos esquemas conductuales, reivindicando su función socializadora.

Una mirada profesional

El Lic. Marcelo E. Albornoz (*), especialista en violencia familiar, explica que “algunas instituciones educativas de gestión privada cuentan con gabinetes psicopedagógicos y Consejos de Convivencia, dirimiéndose en estos espacios cualquier hecho de violencia o malos tratos. Si el mismo se produce en la escuela deben intervenir adecuadamente estos ámbitos”. En este sentido, es de suma importancia el rol del docente como primer actor de la intermediación, para lo cual debe estar preparado.

“El tema es tan complejo que merece un tratamiento especial por la comunidad educativa, y todo esfuerzo que se realice en ese sentido es menor ante los reiterados casos de violencia familiar y escolar que llegan a nuestras escuelas, pero como mínimo los distintos actores (autoridades educativas y ministeriales, docentes, consejos pedagógicos, etc.) deben conocer el alcance de las normativas vigentes y preparar actividades en donde el respeto por los derechos del niño, la tolerancia y la diversidad se conviertan en un tratamiento transversal y cotidiano”, afirma el especialista.

La necesidad de la mediación escolar: una propuesta

En Santa Fe, la diputada provincial Mónica Albónico (PS) presentó meses atrás un proyecto de ley en la Cámara de Diputados para crear el Programa Provincial de Mediación Educativa en Santa Fe. La iniciativa contempla que, a través de ese organismo, se instituyan métodos de resolución alternativa de disputas (violencia, conflictos intraescolares, etc.) entre personas involucradas en el sistema educativo, para facilitar la comunicación y cooperación entre ellas.

“Estamos frente a una sociedad cuyos valores tradicionales se encuentran en crisis. Intentar transformar esa realidad desde el hecho educativo nos impone pensar en nuevas formas de comunicación e interacción, planteándonos objetivos que implican proyectos a mediano y largo plazo centrados en la llamada Educación en Valores, que privilegien formas participativas y recuperen la ética de la convivencia, sin desplazar el interés por el conocimiento, la información y una capacitación efectiva”, concluyó la legisladora.

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